Si todos fuéramos más egoístas, estaríamos más preocupados por resolver nuestros propios problemas, en lugar de echarle la culpa al otro, en lugar de exigirle una solución.
Si todos fuéramos más egoístas, asumiéramos la responsabilidad de nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestras acciones, en lugar de buscar en otro lado el reflejo de nosotros mismos tratando de desvincularnos de ello.
Si todos fuéramos más egoístas, nos daríamos cuenta de que tales reproches o actitudes del otro hacia nosotros no dicen nada de nosotros, sino que hablan del otro. Nos haría más abiertos, más enfoncados hacia afuera, escucharíamos más.
Si todos fuéramos más egoístas, dejaríamos al otro el espacio que necesita para crecer en la diferencia. Estaríamos menos propensos a expresar sobre el otro nuestros juicios apresurados, cuando son sólo el reflejo de nuestros propios defectos o excesos.
Si todos fuéramos más egoístas, también le daríamos al otro la posibilidad de ser egoísta, de expresar todo su ser, libremente, sin tener que estar a la altura de nuestras expectativas.
Si todos fuéramos más egoístas, no necesitaríamos cargar nuestras relaciones con nuestras necesidades emocionales, porque ya sabríamos amarnos mejor a nosotros mismos.
Si todos fuéramos más egoístas, sabríamos dejar resonar las vibraciones que engatusan nuestros sentidos. Porque estaríamos más atentos, escucharíamos más a nuestro propio cuerpo. Uno sabría acoger con deleite las caricias que le serían ofrecidas. Ya no existiría carrera hacia el orgasmo, falta de deseo o respuesta sexual inadecuada: sabríamos escuchar a nuestro cuerpo y dejaríamos que nos guíe hacia donde ya tan sabiamente sabe.
Si todos fuéramos más egoístas, seríamos menos competitivos. Cada uno cultivaríamos nuestras particularidades, que podríamos proponer al mundo como tantas ofertas singulares, variadas, que se complementarían entre sí. ¿Qué pasaría con el océano si cada gota de agua se quisiera evaporar?
Si todos fuéramos más egoístas, habría más lugar para los demás. Más espacio para ocupar, más espacio para aprovechar, más del universo para descubrir y compartir. Más oportunidad para todos de crecer, de complementarse, de verdad.
Si todos fuéramos más egoístas, podríamos amarnos mejor.
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