«Le escribo una larga carta porque no tengo tiempo para escribir una corta.» - Blaise PascalTal vez el ser conciso lleve más esfuerzo, autoconocimiento y atención. Pero como lo vamos a ver, es fundamental. «Te vuelvo a repetir que a la abuela le hace bien que vayas a comer con ella»
¿Cuántas palabras podríamos sacar de ahí? ¿Cuál es el verdadero sentido de esta frase que involucra mínimo a tres personas? ¿De cuánto veneno vestimos nuestras palabras porque no hicimos consciente nuestro estado emocional?
De la relación entre las palabras, las ideas y las emociones
«Lo que se concibe bien se expresa claro» - Nicolas Boileau.Es importante cuidar del uso de nuestras palabras porque estas fomentan nuestra realidad: una realidad que no tiene palabra que la designe tiende a no existir.
Cuentan que cuando las galeras de Colón se acercaron a las cuestas de América, los indígenas no las podían ver, hasta que un chamán las divisó en un trance y pudo explicar la realidad a los otros y así permitir que las vean. Lo que no está nombrado no existe, lo que está mal nombrado existe enmascarado. Si nuestra mente no está alineada con nuestra palabra, nuestro mundo interior anda chueco y estamos confusos en cuanto a nuestros emociones.
Muchas palabras en lugar de una envenena la palabra, la disimula. En nuestro ejemplo, ¿cuánto podríamos sacar para depurar el mensaje fundamental? Primero saquemos «Te vuelvo» y «a repetir» (ya hay una redundancia aquí). Después, ¿realmente le hace bien a la abuela? ¿O a mi me viene bien porque me deshago de un deber? ¿La abuela le hace bien comer? ¿O es la compañía que quiere? ¿O necesito yo comer sola así que mejor ve a ver la abuela? Podrían ser muchas cosas… El tomar consciencia del verdadero mensaje que transmiten nuestras palabras nos permite revelar estas emociones no acertadas y evitar el generar tensiones.
Agregando palabras vestimos nuestra persona
Todas estas palabras están agregadas por nuestro ego que pide estar reconocido, que intenta hacerse un hueco y que necesita ser validado como persona. Alrededor de la palabra y del pensamiento principal tratamos de bordar el contexto que conlleva: un poco de nosotros, un poco de nuestro entorno socio-económico, un poco de nuestro estado emocional del momento hacen que una locución factual se vuelva una fuente de información sutil.
Una palabra o frase es difícilmente neutra porque usamos adjetivos, interjecciones, metáforas, cierto registro de vocabulario que siempre le dan un tinte particular a la locución. Por ejemplo, en un chat en línea con alguien que no conocemos aún, es muy fácil hacerse una idea de «quién es» con tan sólo prestar atención a las palabras que usa:
- «¿Qué haces después del trabajo?» = «Tengo ganas de verte»
- «No dices nada» = «Estoy ansioso por saber lo que piensas»
- «No tengo tiempo para ello» = «No está dentro de mis prioridades»
etc.
No pasa nada con hacerlo, hasta puede ser delicado, diplomático, poético. Lo importante es ser consciente de lo que hacemos, de no perder de vista el mensaje de fondo.
Buscar la esencia, buscar la voz
Entonces nos conviene bajar hasta el fondo de nuestro ser, rebasar nuestro personaje egoïco para llegar a nuestro yo más íntimo. Con este proceso podemos sacar las capas de la cebolla para tratar de despojar el mensaje de todas las palabras superfluas. De tal manera que cuando uno baja buscando su voz profunda, escuchándose puede oír cambiar el tono de su voz. Cuando hablamos desde la profundidad de nuestra esencia, la voz es más pausada, más grave (Haz la prueba, ¡grábate!).
Encontrar el sentido profundo
A medida que bajamos, vamos sacando capas y palabras para tratar de encontrar la verdadera esencia de lo que queríamos decir. De hecho puede pasar que ni siquiera sea la palabra final que quedó después de pelar la cebolla. Por ejemplo en la locución «Ya veo que una vez más no sacaste la basura», podemos quitar «Ya veo» y «una vez más» y decir que el mensaje real es «tienes que sacar la basura». Pero también podemos percatarnos de que en realidad el mensaje es más bien: «Me siento ignorado y no lo suficiente soportado en mi trabajo diario». Este ejercicio nos permite de ir en búsqueda de la verdadera intención, lo que realmente tenemos ganas de expresar y lo que sentimos en en toda honestidad. Así podemos acertar lo que experimentamos: a veces pensamos que estamos enojados, cuando en realidad estamos tristes, o a veces pensamos que reprochamos algo a alguien cuando la verdad es que necesitamos amor. Así que pelar así una frase es una buena forma de conocerse en el contexto en el cuál nos movemos.
Además, es importante notar que el hablar/pensar con las palabras equivocadas nos impide encontrar las respuesta correctas.
Para los del nivel avanzando (😅) podemos llevar el ejercicio todavía más allá: consideramos, como decía en «La realidad es neutra», que cuando alguien me critica en realidad me está hablando de él y no de mi, o sea que lo que profeso hacia el otro ¡en realidad me lo digo a mi mismo! Este proceso lleva doble pelado, y nos permite ir hacia lo más profundo de nosotros para encontrar nuestro propio sentido a través de la verdad que expresamos 😝.
Así que antes de dejarte llevar por un mar de palabras pregúntate: «¿Cuál es el verdadero significado de lo que estoy diciendo? ¿Qué es lo que quiero expresar realmente?». De la misma manera puedes escuchar al Otro con las mismas preguntas, así recibes el mensaje correcto.
Tomate un tiempo, saca las capas, y cada vez que depuraste tu oración de una palabra, pregúntate si puedes sacar otra, y otra, y si la que queda es realmente la adecuada para expresar tu sentir.
¡A jugar 😀!
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