Sólo puedo quererte con besos y amapolas.
Pablo Neruda
He aquí una bonita frase que ilustra toda la ligereza con la que sólo se debería de tratar el amor. Sencillo, fluido, sin marco, sin límites, sin requisitos.
Pero tiendo a proyectar mis tormentos y pretensiones en el otro, le exijo que resuelva mi ansiedad de apego, mi miedo al abandono. Suspiro al ver en sus ojos este reflejo de mí como quiero ser: bella, impetuosa, libre.
« Espejito, espejito que me ves, la más hermosa de todo el reino, dime, ¿quién es? »
En ausencia de una relación sana y equilibrada quiero poseer al otro como un demonio que le urgiría a reflejarme lo que necesito, a pesar de lo que sea, hasta cagarle en el corazón (Blanche Gardin).
Rabia de la impotencia que nos hace perder los sentidos...
Entregar, ceder, confiar. Son sinónimos. Curioso, ¿verdad?
La entrega parece fatalista, el ceder es laborioso, la confianza es fe.
Y, sin embargo, si soltar fuera tan fácil, todos flotaríamos como dientes de león soplados por una brisa de primavera en lugar de aferrarnos a esa otra realidad, la que queremos. No importa lo lejos que esté este de lo posible.
Lejos de la realidad, iba a decir ... ¿dónde está el sinsentido?
Nuestro sufrimiento está ahí porque no aceptamos la realidad tal como es.
Sufro porque resisto. Me aferro con uñas y dientes a esta realidad como me gustaría verla. La distorciono y dejo que me penetre así, retorcida. Le doy el poder de torturarme en lugar de dejarla pasar a través de mí, deslizarse dentro de mí sin rasgarme.
Sin embargo, es neutra esta realidad. Es la forma en que nos impacta, nos toca, cómo se imprime en nosotros lo que la vuelve agradable o irritable. Si suelto lo que se me resiste, entonces ya no me duele.
Suena sencillo...
Entonces, ¿por qué es tan difícil hacerlo?
Let it be
Want to say something?