Cuando avanzas en el tiempo, en la vida, cuando avanzas sobre ti mismo, tengo la sensación de que en realidad podrías vivir con cualquiera. Escucho a la gente decir que cada vez es más difícil encontrar pareja, por causa de nuestras maletas cada vez más pesadas y numerosas ... ¿Y si fuera al revés? También podríamos decir que cada vez buscamos menos en el otro, lo que ya hemos encontrado en nosotros mismos.

Al principio encontramos nuestro doble, o nuestro complemento, nos encariñamos, fusionamos, y tenemos esta desgarradora impresión de que el otro es único, su media naranja, el hombre de su vida. Luego, a lo largo de los años, nos damos cuenta de que habrá varios hombres o mujeres en nuestra vida. Un poco diferentes, quizás todos con algo en común. Pero en cualquier caso, son nuestras formas de amar las que son diferentes, las que nos definen, las que nos complementan. Entonces tocas un punto en el que finalmente llegas a amarte a ti mismo. Más que al otro. No necesariamente en el sentido narcisista de la palabra, sino en uno que simplemente nos trae paz. En paz con nuestros defectos, nuestros altibajos, nuestros huecos y formas, en la aceptación, la contemplación y quizás incluso en la felicidad.

El otro en este punto adquiere un significado diferente. Ya no está para compensar mis miedos o mis defectos, pero se convierte en un compañero. Suma. Lo cual no quiere decir que a «nosotros» nos falte intensidad, sexo o aventura, pero sí quiere decir que lo más importante para mí, «esto para que» me sirves, puede ser reemplazado o complementado por cualquiera, o casi. En todo caso si digo que te quiero «a ti», al final tal vez no es realmente a «ti» sino más bien a «mi relación contigo», la perspectiva de lo que podríamos intercambiar, aportarnos. Esto mismo se vuelve más importante que quien eres, aunque a veces esté ligado claro, pero no tanto como durante nuestros primeros amores.

La dulzura del amor maduro es, por tanto, más poderosa porque ya no se centra en ti, ni en mí, tus/mis necesidades y expectativas, sino en la relación misma, por puro placer.
Tan sólo me hace falta agregar la frase de Nietzsche: «Quien tiene un porqué para vivir puede soportar cualquier cómo.», tan bien ilustrada en la obra de Viktor Frankl El hombre en busca de sentido-
Buen viaje…

PD Acerca de la ilustración: estaba buscando algo que ilustrara el amor, el compartir, el cariño a largo plazo, pero la idea de tener que asociarlo a la vejez me molestaba. Entonces vi esta imagen que me recordó el final de la fabulosa película «Más allá de nuestros sueños».
Quienes lo hayan visto sonreirán, y nada de spoiler para quienes se les queda por ver ;-)


Hablan de ello :

Más allá de nuestros sueños - Vincent Ward 1998
El hombre en busca de sentido - Viktor Frankl